Diario de Viena, V: la paz de Innsbruck
Vienna Diary, V: the peace of Innsbruck

 

La piedra caída de más de tres mil edificios, casi setenta años después,  convertida en polvo y ceniza, omnipresente ceniza, apenas hubiesen supuesto unos centímetros más bajo la nieve dura y generosa de la ciudad; algo que poco podría, en cualquier caso, alterar la vertiginosa impresión de las eternas montañas de frío y de hierro que rodeaban el tan buscado misterio.

Los días pasaban, las noches se alargaban, el tiempo se agotaba.

Tan solo quedaba un lugar en dónde buscar; acaso el lugar en el que, desde un principio, toda respuesta se hallara, quizá el lugar que tanto se había esforzado por querer olvidar.  

Tan solo quedaba, pues, emprender ese viaje del que tantos no habían vuelto, y buscar en un pasado de terrores denodados, angustias aberrantes y silencios derrotados.

 

 

The scattered debris of more than three thousand buildings, almost seventy years later, turned into dust and ash, everywhere the ash, would barely amount to a few centimetres under the hard, generous snow that covered the city, something that could not, in any case, shadow the vertigo-inducing presence of the eternal mountains of cold and iron that surrounded the coveted mystery.

Days passed by, nights grew longer, time was running up.

There was only one place in which to search, maybe the place that, from the beginning, every answer was to be found, maybe the place he had wanted to forget so eagerly.

It was only left, then, to start that trip from which so many had not returned, to so research in a past of tired terrors, aberrant anguish and defeated silences.

 

 

 

 

 

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